¿Quien no desea vivir eternamente el momento en que somos
turistas?
Cada uno de nosotros vivimos una serie de eventos
denominados trabajo, por lo cual recibimos nuestros respectivos salarios. Pero
en el momento en que se nos otorga nuestro período de “relax” y esparcimiento,
cambiamos radicalmente. La mayoría del género humano estamos para servir a los
demás, por tal razón exigimos un trato en el que dejamos de ser nosotros para
convertirnos en “turistas”.
Pero ¿Qué es lo que distingue un turista del resto de los
mortales? Es sencillo, el turista tiene dinero para gastar! Y además de eso posee un sentimiento de desprendimiento
hacia todo lo que ahorró para su disfrute vacacional.
Algunos muy de acuerdo con sus capacidades, pero todos
trascienden con la intención de ser un “Marajá de Pocajú”, poseedor del
estipendio que todos los serviles buscan: “La propina”.
Pero ¿Qué es la propina? Se denomina así al incentivo que
entregamos por un trabajo bien hecho, aunque en muchas ocasiones casi es exigido
y esperado sin importar las condiciones en las que se presta el servicio. La
propina debe ser voluntaria, nunca exigida, ni sugerida y lo más importante: No
debe ser esperada, pues en ese caso, todo aquel que realiza una labor debería contar
con ella, cualquiera que sea. ¿Acaso entrega una cantidad extra al supermercado
por lo que le han vendido? ¿Cuándo paga su prediál le deja al ayuntamiento un
10% como propina?
Se ha olvidado que en todo momento se debe entregar el
100% de eficiencia sin caer en el servilismo exagerado e inútil, y todo,
“viviendo en la honesta medianía que nuestros ingresos nos permiten” (Benito
Juárez García).
Sin embargo, se ha llegado a legislar que es una
obligación el entregar un porcentaje de lo gastado en restaurantes, dar al
servicio de botones e incluso se ha comenzado a acostumbrar pedir una propina a
oportunistas que se presentan a acompañarte a tomar un servicio de taxi en
terminales de autobuses.
Y algunos de ellos, ostentan uniforme de la empresa o del
lugar donde laboran con una leyenda muy visible en donde se te indica que “Este
personal no es asalariado, labora por las propinas recibidas”; o sea que en ese
momento pasa a ser Mi Empleado; y se tropieza o le pasa algo durante mi
servicio ¿Estoy obligado a atenderlo? ¿Aunque sea moralmente?
Es sabido que existen países en donde la propina no es
requerida e incluso se considera ofensiva, tal es el caso de Japón, Nepal y
Santiago de la Peña (en realidad en éste último no). Y no es porque los
empleados tengan orondos sueldos, simplemente es porque se maneja la
honorabilidad de realizar el trabajo de la mejor manera sin esperar más que lo
honrosamente acordado.
De cualquier manera, el ser turista, es ser la gallina de
los huevos de oro, pues al final, un país sin turistas, es un país despropinado…
Saludos…
J M Cabrera
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