“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas
el que persevere hasta el fin, éste será salvo” Marcos 13:13
Ésta es el dogma del hombre religioso; el verdadero
creyente, fundamenta su comportamiento basado en éstas simples palabras.
No se trata de la promesa hecho por otros hombres, se trata
de la promesa hecha por el propio Jesús, procedente del mismísimo Padre Creador.
El reino, por el desprecio, o la ignomia por el anonimato.
Entonces ¿Por qué el Ser Humano pugna por ser reconocido en
su creencia?
Desde la creación del concepto “religión”, la rivalidad
entre sus miembros llega a situaciones similares a los conflictos entre
pandillas, resultando en muerte y desolación; tan solo por defender una
creencia establecida por un ser tan humano como lo somos todos.
El camino del justo, del verdadero seguidor de la fe, no
necesita de pastores, guías, sacerdotes, rabinos o imanes.
Está escrito que “nadie va al Padre, si no es por mí”; dijo
el Nazareno, sin embargo más de uno ha traducido esto como “Sin religión no
llegarás a la salvación”; y eso es el principio del fin.
La cuestión de fe, se convirtió en una situación de Teísmo.
Y se vio fortalecida por la incapacidad humana de vivir solo; la simple
necesidad de pertenecer a algún grupo es tan grande, que una persona sin
sociedad se tacha como un ser sin identidad.
Por ello es que somos mexicanos, americanos o europeos, pero
al mismo tiempo somos católicos, cristianos, musulmanes o protestantes, e
incluso la cosmogonía de algunas personas es tan estrecha que su identidad se
reduce a un barrio o una colonia y eso lo es todo para ellos.
Esta práctica sin embargo se remonta a los períodos muy
primordiales del desarrollo humano, desde la prehistoria, los primeros
humanoides se diferenciaban unos de otros por el lugar donde habitaban; los
habitantes del valle, los de las montañas, los del bosque, e incluso tan
localizados como la cueva del norte o la cueva del oriente.
Tal elucubración nos llevaría a preguntarnos: ¿Son necesarias
las religiones? ¿En cuál de ellas se encuentra la verdad? ¿Es Dios el precursor
de alguna de ellas?
Para comenzar, todos y cada uno de los dirigentes de las
masas religiosas, asegura que sus palabras son verdad y en ellas se halla la
salvación del ser humano, los hay que representan milagros, se autodenominan
mesías renacidos e incluso algunos dirigentes condenan a personas; hombres,
mujeres y niños a muerte tan solo por atreverse a pensar de modo diferente.
Los hay que torturan o mutilan a sus propios seguidores para
mostrar un compromiso de vida con su ideal de comportamiento; quedando la
decisión de hacerlo en manos de aquellos que no sufren o sufren menos.
El ser humano forma su camino y lo sigue por decisión
propia, aunque ésta decisión esté tomada a partir de información equivocada o
manipulada por conveniencia de otros.
Finalmente, la incapacidad del ser humano para explicar
algunas cosas que le eran fascinantes es lo que creó en un principio el
concepto politeísta de los dioses creadores; ¿No hemos avanzado suficientemente
en la vida, como para establecer que algunas cosas ya no son como antes?
Vivimos en un mundo, en el que la mayoría de la gente
transita en una religión completamente ajena a su región; ¿Dónde quedaron
Wiracocha, Bunjil o Quetzalcoatl?
Muy en lo particular, se dice que la religión prehispánica
en México era sangrienta, sin embargo, en la actualidad, no existe una sola
religión en el mundo, por la cual no se hayan derramado ríos de sangre.
Personalmente considero que desde el punto de vista social,
es necesario pertenecer a una iglesia (conjunto de personas encaminadas a un
dogma o creencia), pero fuera de esto, es muy individual el abrazar o no el
comportamiento exigido por nuestro guía espiritual; como quiera que cada uno lo
desee llamar.
No creo que semejante afirmación me cueste perder la cabeza
a manos de algún fanático religioso, ya que al final, todos somos seres humanos
habitantes mundanos de este planeta, pues está más que comprobado que “hasta el
más dedicado pastor, pasa en algún momento, el cuchillo por el cuello de una de
sus ovejas”
Saludos.
J. M. Cabrera
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