jueves, 7 de marzo de 2013

CHAVEZ, OCASO DE UNA VIDA

Cada persona crece en medio de un ambiente que le es favorable o desfavorable y cada una sobresale, flota o se mantiene hundido en ese medio.

Hay mujeres y hombres que forjan su camino, seres que sin importar el costo, luchan por encontrar su ideal y su grandeza. En México, hay muchos ejemplos y seguro estoy que cualquiera en cualquier otro país se podría asegurar lo mismo con algunos compatriotas.

En éste país, surge el caso de la Maestra Elba Esther Gordillo, quien partiendo de un humilde comienzo en la Sierra de Chiapas, llegó a ser una de las más encumbradas dirigentes sindicales. Sin miramientos y consideración hacia sus agremiados, utilizaba las aportaciones de los maestros adosados al SNTE, para proporcionarse bienes y propiedades personales, e incluso el exorbitante costo de más de un tratamiento cosmético que le hizo verse cada vez mejor con el paso de los años.

Por otro lado, está el caso del Comandante Hugo Chávez Frías, quien falleció hace un par de días.

Pero ambos personajes, a pesar de ser diametralmente opuestos, tienen un punto de semejanza.

La simple y llana intensión de dejar de ser pequeños y encumbrarse a pesar de todo lo opuesto. Sin importar el costo. Ambos escalaron por entre la infame pirámide del poder, adoptando la figura del que se arrastra, fueron escurriéndose desde el centro del tumulto, hasta lograr salir a la luz y acercarse poco a poco hasta la cumbre. Pero como toda adicción, necesita de un alto precio por pagar para mantener la experiencia, con un costo físico y mental por demás desgastante, pero sin poder dejar de aportar la carne y el espíritu, con tal de evitar el “delirium tremens”.


Es necesario aportar el sacrificio personal y ajeno, muchos deben caer y pagar el precio de tal ambición, No se puede concebir tal ascenso sin pensar que no hubo personas que fueron pisoteadas o destruidas en el camino, víctimas. Pero no son los únicos casos, ya que es la regla general en los “encumbrados”.

¿Cuál es la diferencia dentro de ésta similitud? La conciencia. La maestra simplemente buscó el enriquecimiento personal, mientras que Hugo Chávez, lo hizo persiguiendo un objetivo, una convicción. ¡No importa si era bueno o malo! Lo importante es que la búsqueda de su meta, le causó tal desgaste físico que lo llevó al decaimiento progresivo y su acaecimiento final. Elba Esther Gordillo, en cambio no tenía ningún remordimiento, trabajaba al estilo de una “acaparadora” de bienes y dinero. Por lo cual goza de una envidiable salud, lo cual le garantizará una vida larga y saludable; lamentablemente dentro de una prisión.



 Y ¿Cómo se puede constatar ésta diferencia? Simplemente en el seguimiento de aquellos que los rodean. La Maestra defraudó a sus representados y éstos no han estallado en batalla contra el gobierno (como ella lo había predicho). Si bien ha habido movimientos, éstos se han llevado a cabo bajo amenazas y engaños acerca de una jugada letal planeada por el gobierno, pero si fuera así, ¿Por qué no han hecho nada los otros sindicatos?

En el caso de El Comandante, su pueblo lo llora y lo extraña.

Puede ser que no hayamos compaginado con sus ideas, ideales y convicciones, pero eso es porque nos encontramos inmersos en un estado que nos aleja de la realidad en la que viven los ciudadanos de esas latitudes. Incluso dentro de nuestro país, la realidad nos es velada de una colonia a otra ¿Por qué no podría ser así con una distancia de miles de kilómetros? Chávez llamó a nuestro presidente “Cachorro del imperio”, pero eso es solo debido a nuestra localización geográfica, las necesidades y capacidades de los ciudadanos condicionan la gobernabilidad, si Venezuela estuviera junto a Estados Unidos y nosotros a 50,000 millas de distancia, seguro los papeles estarían invertidos; “Si el Norte fuera el sur” dice Ricardo Arjona.


El caso es que un icono ha perdido la vida, pero no ha dejado de existir; y puede ser que ahora, su existencia sea más influyente; su ocaso, será su más esplendoroso amanecer. La que ni fú ni fá, será Elba Esther Gordillo.
                          
J. M. Cabrera


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