Recuerdo que cuando era niño, sentía miedo. Era ese miedo a lo desconocido,
a lo irreal que emanaba de lo oscuro de mi imaginación, lo que lastimaba mi
infancia. Pero, usualmente sólo era por la noche, durante el día, la seguridad
se afianzaba con la luz del astro solar, ver lo que nos rodeaba, destruye el
miedo, que solo surge ante lo que nuestra imaginación crea y el ojo es incapaz
de percibir.
Con los años, los temores a lo desconocido dieron paso a la osadía de la
juventud, al valor que da el conocimiento más acertado de lo que nos rodea, al
conocimiento ratificable.
Incluso mis amigos, eran capaces de compartir ese valor, los retos de a ver
quien salta de más alto, quien se adentra más en la oscuridad, el atrapar el
animal más repulsivo, el valor de grupo, que finalmente se manifiesta en el
valor individual. Y lo mismo debió pasar con todos, en sus diferentes tenores y
localidades, un pueblo valeroso, un país sin miedo.
Sin embargo, ahora, reina el miedo. Este miedo que se ha metido en el fondo
de nuestro pensamiento, entre nuestra libertad y nuestros derechos, un miedo
mordaz y virulento. Entró tan suavemente que muchos ni siquiera se dieron
cuenta, hasta que lo sintieron en los huesos.
Pero ¿De donde ha salido ese miedo?
Ese miedo ha salido de los medios de comunicación. No hay nada más
poderoso que un chisme mal intencionado, pero perfectamente dirigido. Muy a
pesar nuestro, somos entes sufrientes, animales humanos; dentro de lo más
primitivo de nuestro cerebro, se encuentra el “instinto de conservación”, esa
respuesta bioquímica hacia el peligro. Se dice que lo que nos hace humanos es
la capacidad de pensar y algunas otras cosas, pero lo que nos hace animales es
el miedo y otras cosas más.
Ahora bien, al referirme a “medios de comunicación”, no me refiero
únicamente a la televisión o al radio, si no a todos lo medios, de los que la
población somos responsables.
Hace unas semanas, una serie de mensajes mal intencionados crearon una gran
temor en el territorio de la delegación Iztapalapa, mensajes, telefonemas y
comentarios verbales entre la población civil mantuvieron tensos a gran número
de personas, provocando cierre de negocios y salidas anticipadas en colegios,
con el ineludible congestionamiento de varias arterias viales. Pero ¿Por qué
pasó todo esto? La respuesta es, por la facilidad para comunicarse entre
personas situadas en diferentes lugares. Por ejemplo, a una señora le llaman
por teléfono (si no es que a varias) para informarle que alguien comentó que un
grupo de facinerosos andan causando destrozos calles abajo, la señora cierra su
negocio ante el temor de las pérdidas que esto le podría ocasionar y aprisa se
dirige a su casa, en el camino le comunica a alguno de sus vecinos lo que le
han dicho, los vecinos que tiene hijos en la escuela, cierran sus negocios o
casas y llaman a los chamacos para que se preparen, pues en el momento en que
llegue, se suben y se marchan del lugar, los chamacos le avisan al maestro,
prefectos y directivos que se tiene que ir, junto con otros 25 niños, esto pone
en alerta a los directivos y al informarse del run run, sugieren que aquellos
que vivan cerca de la escuela, se dirijan ahí inmediatamente, los muchachos
midiendo el riesgo, se llevan algunos de sus amigos a sus casa, al considerar
que la escuela es un punto de interés conflictivo (aunque debería ser el más
respetado). El resultado es que: cuando llegan los chamacos a sus casas, es un
total caos. Y solo ha pasado media hora desde que inició todo.
¿Por qué no es posible controlar el miedo? Pues sencillamente, por que se
nos ha convencido de que lo que se diga por medio de un aparato, es verdad.
Cuantas veces en comerciales, anuncios e incluso en el mismo medio, ha oído
usted frases como “La verdad aunque duela” o “El Noticiero (o periódico o
revista) que dice la verdad” y entonces te muestran a una persona que es el
encargado de dar las noticias. Persona que entonces relacionamos con la verdad,
con “el valor” y comienzan a circular comentarios dentro de los sistemas
personales o sociales de que esa persona es un periodista valiente, que lucha
en contra de los lineamientos impuestos per el gobierno, mafia, cartel o lo que
sea, sin embargo, en realidad no lo hacen, mientras que los que en realidad
luchan por decir la verdad, no pueden llegar a los medios nacionales,
únicamente se les permite crear conciencia y algo de rebeldía en espacios muy
localizados y marginados, lugares de los que usualmente emanan las rebeldías. Mientras
que los que en apariencia son buenos periodistas viven bien, los que en
realidad lo son, se mantienen pobremente en compañía del pueblo que los aprecia
y respeta.
De esta manera, es que la verdad que se nos ha hecho conocer, en realidad
podría no serlo tanto. Muchos filósofos han sostenido que “la verdad es
relativa”, pues depende de aquel que la diga, la historia nos ha hecho entender
que aquel que ha sido vencido termina como el tirano derrotado, mientras que
aquel que vence se lleva todo el mérito y la gloria de auto nombrarse el
poseedor de la verdad. Es por eso que aquel que posee el poder, puede manipular
la verdad que se da a conocer, creando una atmósfera que se convierte en lo
real y cotidiano. De esa manera, el miedo que se ha instalado entre nosotros,
es creado por los medios de información masivo, y sin embargo es reforzado por
los medios de información social y personal, así que, aun si los medios dejaran
de emitir noticias alarmantes, nosotros mismos estamos tan acostumbrados a magnificar
lo malo, que nos vemos rodeados de mediocridad, y cuando se llega a la cima, se
trata de disminuir el triunfo.
El miedo es natural en todo aquello que este vivo, la preservación de la
vida, es lo fundamental para la biología animal y pese a todo, somos animales.
Solo necesitamos tener el control de nuestros miedos para salir
triunfantes, el problema es que constantemente nos dicen que debemos temer, que
hay riesgos, que tenemos que ser violentos, en fin. Nos dicen que debemos
mantenernos negativos, sin salida, pero en nosotros está la solución, apartemos
la mente de las noticias, de las novelas, de las películas (sobre todo las que
nos denigran, pretendiendo darnos a conocer algo que ya sabemos), podemos
verlas, pero debemos tomarlos como son, noticias de otros lados, novelas y
películas que no son nuestras vidas, tomemos la decisión, al final somos lo que
deseamos ser.
Saludos.
J. M. Cabrera
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