Abres tus ojos de repente, parpadeas varias veces sin notar cambio en lo que vez. Sin moverte miras a todos lados y no eres capas de distinguir nada; Pero, algo parece moverse tras ese manto impenetrable. Te das cuenta de que no oyes ni sientes nada, tal vez así se siente estar muerto, un escalofrío recorre tu cuerpo, miras hacia arriba y crees ver la tapa de un ataúd, pero tu brazo estirado a un costado de tu cuerpo aprieta el colchón. No, estás en tu cama.
En tu mente la negrura te atrapa, un perro aullando en la lejanía te recuerda el lobo que erguido persigue a su víctima, y claramente sientes que algo se acomoda bajo tu cama, ¡Ese es su escondite!
Un vientecillo emana de no sabes donde y acaricia una de tus orejas, tus ojos buscan en el rincón al succionador de sangre, tus mejillas se aprietan y te alejas apenas perceptiblemente del peligro, dices -¡No!- como si la bestia te asechara junto a tu cama.
Un grito se oye fuera de tu casa, las imágenes de sangre y muerte te inundan, primero piensas en los cuerpos de tus vecinos, luego se revelan los de tu familia, tu vientre se contrae tanto que te duele, un sabor amargo se empieza a formar en tu boca que se siente seca, te ves a ti misma en un charco de sangre y una sombra con un cuchillo se acerca a ti, lentamente buscas refugio en la delgada sábana con la que te cubres, tus piernas se recogen y la orilla de la tela queda bajo tus narices, tratas de adivinar de donde vendrá el golpe, tu respiración comienza a acelerarse, tu corazón late tan fuerte que seguramente sería escuchado por cualquiera que esté en la habitación, sientes que un sudor frío comienza a perlar tu frente.
Afuera un vehículo pasa y por unos segundos ilumina tu habitación, el vampiro se retira, la sombra amenazadora desaparece y la fiera se ha esfumado bajo tu cama.
Pero la luz se va. Todo queda nuevamente en penumbras.
Alcanzas a escuchar que algo se mueve, ésta ves no es dentro de tu habitación, tus ojos siguen el sonido detrás de la pared que da al pasillo, los pasos son lentos, como si arrastrara algo muy pesado, te levantas un poco y te apoyas con los codos, escuchas como se sostiene de las paredes como para guardar el equilibrio, algo debe estar cargando, claramente escuchas la mesita colocada junto a la puerta de tu cuarto, movida ligeramente por aquello que arrastra, tratas de pasar por tu garganta un líquido que está ausente en tu boca; Un gato maúlla tétricamente, miras a la ventana que apenas es un cuadro oscuro flotando en la oscuridad total.
Algo ha tocado el picaporte de tu puerta, tu corazón parece tratar de huir a través de tu garganta- ¡Tal vez pase de largo!- La perilla vuelve a sonar, “eso”, está abriendo tu puerta.

Tu oído se agudiza de manera extraordinaria, alcanzas a escuchar la respiración de lo que está en la puerta, tu olfato te dice que huele a limón ¿Qué cosa podrá ser?, sientes de nuevo el vientecillo en uno de tus pies y sabes que lo tienes destapado, pero escuchas el sonido de tu piel moviéndose bajo la sabana y te detienes, “eso”, también podría escucharlo.
Un grito de auxilio se encuentra atorado en tu garganta, no sabes si dejarlo salir y revelar tu escondite o quedarte callado esperando que el ente no te encuentre.
La voz susurrante repite tu nombre y escuchas el sonido del apagador tratando de encender el foco sin lograrlo; procurando no moverte mucho, expones uno de tus ojos a la posibilidad de ser atrapado.
La oscuridad es total ¿Cómo puede algo moverse en ella?
Todo se ilumina de repente. Afuera en la calle, se escucha la celebración de los vecinos al contar nuevamente con energía eléctrica.
Tu padre se encuentra recargado en el marco de la puerta, mirando a todos lados.
- ¡Que bien!, la luz ha vuelto. Solo quería saber si todo estaba bien.
Tu rostro sale de entre la cobija, tus cabellos están enmarañados tu mirada trata de disimular el pánico que te consumía unos instantes atrás.
- Si pa, Todo bien.
Tu padre sonríe, cierra la puerta y lo escuchas caminar de regreso a su cuarto bostezando.
Te pones de pie y miras por la ventana, la iluminación exterior es suficiente para que puedas identificar todo dentro de tu habitación.
Escuchas al perro de la casa de la esquina ladrar y miras bajo la cama en donde solamente tus pantuflas de conejo habitan; en el rincón una chamarra ríe de lado ante tu miedo y un cuadro del “Che” con su seriedad, desaprueba tu falta de valor, el agua de un vaso desaparece dándole vida a tu lengua, un silencioso gato cruza la calle y la ruidosa de tu vecina grita nuevamente.
Una sonrisa aparece en tus labios, luego ríes ligeramente, desapruebas tu proceder ¿Cómo puedes ser tan tonto?
Colocas el vaso en el buró junto a tu cama, acomodas tu almohada y extiendes tu sabana, sonriente, recuerdas el perfume a cítricos que le reglaste a tu papá apenas un par de semanas atrás, cierras los ojos, algunos gritos se escuchan afuera, vuelves a abrirlos y de nuevo, la oscuridad total ¿Qué puede ser peor?
- ¡Maldición!. Tengo que ir al baño.
J.M. Cabrera
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