jueves, 25 de septiembre de 2008

El México que pocos ven.

Durante mis años aventureros, viajé por muchos lares de la República Mexicana como promotor de una marca de redes pesqueras. Eso me llevó a lugares muy hermosos, lugares de gran auge económico y por igual a lugares donde la pobreza clavaba sus largas y sucias garras en familias, pueblos y comunidades.

Nuestro método de trabajo era sencillo, en un gran mapa hidrográfico de la república mexicana, se trazaban recorridos a todas las lagunas, presas, lagos, ríos o charcos de donde se pudiera obtener pesca para consumo humano, de esta manera llegábamos y ofrecíamos la venta de nuestra marca a la tienda mas grande existente para que ésta vendiera las redes.

Una de nuestras travesías, nos llevó al Estado de Michoacán, tomamos la carretero Morelia- Cuitzeo y nos desviamos a la izquierda en un camino de terrecería, el mapa marcaba una media docena de comunidades y pueblos a la rivera del lago salado de Cuitzeo. Sin embargo al tercero de estos pueblos, nos refirieron una pequeña presa a poco mas de 10 kilómetros de ahí por un camino que empezaba en una desviación mas adelante.

Mi compañero y un servidor decidimos tomarlo , una vez cubierta esa distancia vimos la presa hecha hace unos 3 o 4 años atrás, mas adelante se veía el pueblito, no había letrero de nombre o referencia de él, pero cerca de la orilla vimos el cadáver de una carpa herbívora de cerca de medio metro de longitud, indudablemente era posible la pesca en esa represa de mas de hectárea y media de extensión.



Como era nuestra costumbre, nos dirigimos a la tienda en busca de información.

- Aqui no hay hombres- dijo en anciano tendero, -solo mujeres, viejos y niños..., todos se han ido al otro lado por que aquí no hay siembra, ni dinero-

Preguntamos por los pescadores, pero solo sonrió y agregó - Nadie pesca aquí..., solo los niños que de vez en cuando atrapan un pez-

De esa forma acordamos que no había forma de ofrecer nuestro producto ahí y nos dirigimos a la salida, fue entonces cuando nos percatamos de lo que no vimos al llegar, las pintorescas y rústicas casitas, eran ahora cuchitriles descuidados y en ruinas.

las pocas mujeres capaces caminaban esos 10 kilometros ida y vuelta (en buen camino y a paso normal una persona camina a una velocidad de 6 km/h), hasta el entronque donde pasaba un desvencijado camión que las llevaba a Cuitzeo (a 40 minutos) en donde algunas trabajaban o tal vez tomar ahí un camión a Morelia (una hora más) para realizar labores de poca remuneración y traer lo mas indispensable para el consumo de la familia.

Subimos a la camioneta de doble cabina y comenzamos el camino de regreso, pero junto a las últimas casa, nos salió al paso un grupo de 4 niñas y dos niños de entre 8 y 12 años, todos llevaban un pequeño atado de ropas, - ¿Les damos el raite? me preguntó mi compañero?- Sin embargo por lo sombrío de sus rostros, no estaba seguro de que eso era lo que los niños querían. Nos detuvimos junto a ellos y la mayor se acercó. - Patrón..., lleven nos con ustedes -, mi compañero, dicharachero y alegre, se quedó mudo, sin embargo yo intuía lo que pasaría - Niña...- le dije - ¿Y si nada mas te llevo, te hago algo y te aviento por ahí? -, le dije en el tono mas amenazador que podía, sin embargo su respuesta me dejó helado - ¡ Hagan nos lo que quieran..., pero saquen nos de aquí!- mi compañero tocó mi hombro - ¡Vamos a llevarlos..., en México los acomodamos por ahí!-, yo entendía su propuesta, él como yo, teníamos procedencias similares de pobreza y marginación y no fue sino con trabajo y mucha suerte que logramos ser lo que somos, sin embargo, el riesgo era mucho, - ¡No!- le dije, -Para llegar aquí, tuvimos que pasar tres retenes militares! (En esos años, no existía la autopista a Guadalajara), no creo que crean que son sobrinos nuestros- , mi compañero bajó la mirada buscando una solución, giré la cabeza y vi a la niña a los ojos - Lo siento niña..., no es posible-, tomé unas gorras y playeras promocionales y algo de dinero - Nos veremos...- les dije.



Tomamos el camino, yo los veía por el retrovisor - Y si las escondemos..., podemos llevarlas a Cuitzeo y mandarlas en autobús..., y si las bañamos y las vestimos con ropa nueva- insistía mi compañero- No te atormentes -le dije-..., pasará lo que tenga que pasar-, entre el polvo que levantaba la camioneta pude ver que daban la vuelta y regresaban al pueblo.

Después de esas palabras, nadie dijo mas, hasta que llegamos a Cuitzeo del Porvenir - ¿Cenamos primero o nos vamos al hotel?-dije al comenzar a entrar al pueblo, mi compañero contestó - Al hotel..., nos bañamos y luego cenamos -

La mayoría de la gente no considera en algún momento la existencia de personas en condiciones paupérrimas, -¡Yo he viajado mucho!- dirán algunas, pero, en realidad no conocen este país.

Algunos niños son vendidos en algunos pueblos, pero muchos lo son por la necesidad de los padres por salvar a los que se quedan y por tratar de asegurar un futuro para el que se va.

Y todo esto pasa en este México al que tanto amo, y en este mundo.

Y pocos lo vemos

O lo queremos ver.

Soluciones: Si vas de viaje a algún pueblo, trata de comprar a los indígenas sus mercancías y no regatees, piensa que les estas ayudando y dando un valor digno a su trabajo. Se humano. 
Saludos.

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