Con
respecto al voto, considero que no todos deberían votar. Si bien el poder
sufragar es un derecho, está visto que esto ha permitido un sinfín de abusos,
pues es en tiempos electorales en los que muchos mexicanos abren sus bolsillos
para proveerse de algo del botín otorgado a los diferentes partidos políticos y
a los recursos aportados por otras personas de manera muchas veces ilegal.
Creo
que sería más conveniente (socialmente) que se instituya un grupo de personas
dentro de cada población, colonia o barrio a manera de “consejo de ancianos”. Estas
personas de fuerte moral, convocarían a los interesados en votar, a debatir los
pros y los contras de cada uno de los candidatos y luego de una serie de
reuniones, los dirigentes del grupo entregará el parecer de sus vecinos ante el
IFE, de ésta manera se podría ahorrar una gran cantidad de dinero que se
malgasta en publicidad y dádivas deshonestas.
Pero
¿Cuál sería el criterio para determinar al votante? Pues simplemente la
participación en sus obligaciones sociales, civiles y morales. Todos hemos
escuchado la frase “Hay que ganarse el derecho”. Con esto no se trata de tener
el pretexto para cobrar impuestos atrasados, o como medida de presión para que
la población se ponga al corriente con predial, tenencia, luz, agua o más, se
trataría de convertir a todos los mexicanos en “ciudadanos”, en personas
seguidoras de la ley.
Claro
que para lograr eso sería necesario contar con un México honesto, decente y
lleno de consideración, no solo por parte de os votantes, si no de sus
gobernantes y dirigentes.
Actualmente
se considera que el padrón electoral está constituido por cerca de 71 millones 712
mil 338 personas, de los cuales aproximadamente el 58 % son votantes activos, o
sea, que contaríamos con algo así como 41 millones 593 mil 156 personas, lo que
nos costará 18 mil 451 millones de pesos, o lo que es lo mismo cada voto
costará 443 pesos con 60 centavos.
¿Quiénes
no deberían votar? Pues aquellos que viven con una moralidad a la baja, y no me
refiero a personas humildes, si no a personas que viven en la clandestinidad,
personas que otorgan su voto por el hecho de que se les permita usar las vías
públicas como mercados, a los que circulan sin tener sus vehículos en las
mínimas condiciones de decoro y legalidad, a aquellas que abusan y tranzan, extorsionando
a otros por su relación con funcionarios y poderosos; a los que roban y
trafican.
Pero ¿Cómo
los identificaríamos?, pues simplemente se lo dejaríamos al grupo formado por
la misma sociedad, habitantes del barrio conocedores de los detalles de la vida
en sus calles; en éste país tan acostumbrado al cuchicheo y al chisme, todos
sabemos o por lo menos intuimos del pie con que cojean nuestros vecinos.
De
ésta manera se le incluiría al ciudadano de manera más efectiva, ya que su
participación le ayudaría a recibir estímulos fiscales o apoyo para proyectos.
Además
de que el ahorro sería sustancial y se dejaría de tirar a la basura un capital
que se podría utilizar en beneficio del pueblo y no entregarlo a los potentados
de la comunicación, en un pueblo donde la educación es tan necesaria y la salud
llega a un grito desesperado, un porcentaje de esa cantidad podría solucionar los
problemas de un pueblo, de un barrio o una colonia.
“A
que le tiras cuando sueñas mexicanos”.
J. M.
Cabrera
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